En la empresa familiar existen tres conceptos que se entremezclan constantemente: propiedad, empresa y familia. Los tres tienen mucho en común, pero también los separan muchas divergencias. Entre ellas, y no son las menores, las de carácter emocional. Por este motivo, profesionalizar las relaciones dentro de las empresas familiares y contar con profesionales expertos externos es el primer paso para dejar atrás las emociones personales y familiares, y que haya una diferencia entre una comida familiar y una junta de accionistas. Hacer esta separación permite tomar decisiones más racionales.

La relación entre profesionales y propiedad

La profesionalización es uno de los grandes retos a los que habitualmente se enfrenta la empresa familiar a partir de la segunda generación. Porque por un lado es imprescindible, pero por el otro, puede ser fuente de conflictos internos.

Es evidente que ser miembro de una familia empresaria no da automáticamente ni la formación ni las habilidades necesarias para gestionar una empresa. Así pues, a medida que la empresa vaya creciendo, debe delegar en profesionales competentes la gestión de las finanzas, recursos humanos, marketing, i+D, etc. Pese a las posibles reticencias en el seno de la familia, confiar parte del desarrollo e incluso liderazgo del proyecto a personas externas competentes aporta grandes beneficios y puntos de vista nuevos a la empresa familiar.

Profesionalizar la gestión con un administrador externo a la familia

De hecho, es posible incluso delegar toda la gestión de la empresa familiar en manos de administradores profesionales ajenos a la familia. Esta es una posibilidad frecuente en el caso de fallecimientos inesperados o incluso cuando los sucesores naturales no tienen interés en tomar el relevo al frente de la compañía. 

Estos administradores profesionales quedan sujetos a una responsabilidad de carácter personal, exigible no sólo por parte de la sociedad, sino también por parte de terceros. Igual que en cualquier sociedad mercantil. Esta es una posible fuente de conflictos porque desde la junta general la propiedad puede dar al administrador profesional órdenes que deberá cumplir obligatoriamente pero de cuyo resultado será responsable. 

Existen también conflictos de intereses habituales en las empresas que optan por una administración profesional. Por ejemplo, cuando parte de la familia quiera reparto de dividendos y el administrador profesional, en cambio, considere prioritario reforzar la tesorería para acometer una determinada inversión.

La figura de los directivos profesionales no se libra de este tipo de tensiones. Porque las familias empresarias no solo están presentes en la junta ejerciendo la propiedad de la empresa. A menudo también ejercen su gestión en el órgano de administración. Las presiones pueden venir incluso desde fuera de la compañía. Por parte de familiares que son socios pero no ocupan un cargo dentro de la empresa.

Cómo evitar los conflictos entre la familia empresaria y los profesionales externos

Cada familia empresaria está formada por diversos individuos, tal vez muchos, cada uno con sus propias visiones y objetivos personales. Pero para conseguir que el negocio sea rentable y siga creciendo generación tras generación, es vital crear una visión compartida del ‘yo colectivo’, alinear los intereses personales con los corporativos.

El protocolo familiar puede ser una herramienta útil para ayudar a minimizar los conflictos. Porque marcan la hoja de ruta a seguir en momentos clave como el proceso de sucesión o la progresiva incorporación de las nuevas generaciones a la empresa. También determinan cuál es el rol de cada miembro y qué relación mantiene con la empresa.

Algo que tienen en común todas las empresas familiares exitosas y longevas es que han formado a sus nuevas generaciones y han apostado por profesionalizar la gestión de la compañía en aspectos clave.



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